Cinco mitos sobre la interpretación

Foto: George Shervashidze en Pexels

20 de junio de 2025

Cuando alguien me pregunta a qué me dedico y respondo que soy intérprete de conferencias, las reacciones suelen dividirse en dos grandes grupos. Está quien me mira con admiración y dice algo como: «¡Qué difícil debe ser eso! Yo no podría!» y quien, con toda la inocencia del mundo, responde: «Ah, claro, como los traductores, ¿no? Pero hablando». Por supuesto, también hay un tercer bloque que no tiene nada claro lo que hacemos.

A pesar de los años que lleva la profesión implantada en la sociedad como una entidad propia e independiente de la traducción, sigue estando envuelta en una bruma de desconocimiento y asociada a mitos que no siempre nos favorecen. Por eso hoy quiero desmontar algunos de ellos.

Mito 1: «¿Traducción e Interpretación? Vas a ser la mejor actriz del mundo».

Cómo olvidar aquella conversación de la presentadora Toñi Moreno con una estudiante de Traducción e Interpretación a quien respondió que iba a ser «la mejor actriz del mundo». Obviamente, no somos actores, aunque a veces tengamos que contener lo que sentimos o pensamos para que no interfiera con el mensaje. Por descontado, hay días en los que lo que oímos nos incomoda, nos emociona o hace que nos hierva la sangre, pero no nos queda otra que mantener la compostura y transmitir con neutralidad. En ese sentido, sí: a veces también nos toca «actuar», porque la interpretación exige profesionalidad emocional. Y eso, aunque no se vea, pesa.

Mito 2: «¡Anda! Mi sobrino habla muy bien inglés. Le voy a decir que eche el currículum para ser intérprete».

Este es el clásico. Saber idiomas es la base, claro que sí, pero no es ni de lejos lo único. Un intérprete tiene que saber tomar decisiones en décimas de segundo, gestionar el estrés, adaptarse a contextos muy distintos y tener una cultura general amplísima. La formación específica en técnicas de interpretación es clave y, sin ella, es fácil naufragar incluso con un nivel excelente del idioma.

Mito 3: «Pero tú solo repites lo que dicen otros, ¿no?».

No, no somos loros. Interpretar no es repetir, sino reformular, pues no trasladamos palabras, sino ideas. Hay que comprender de verdad lo que se dice, detectar matices, ironías y tecnicismos, entre otros aspectos, y expresarlo de forma fluida, natural y adecuada en otra lengua. En algunos contextos, esto implica incluso traducir metáforas culturales o adaptar referencias para que el mensaje conserve su sentido.

Mito 4: «Es solo hablar en otro idioma, ¡no es para tanto!».

Este suele venir de quien no ha probado nunca a interpretar ni cinco minutos. La interpretación simultánea, por ejemplo, requiere tal nivel de concentración que los turnos suelen ser de unos 30 minutos como máximo. En ese tiempo, el cerebro trabaja al límite: escucha, procesa, traduce, habla, se anticipa… Todo a la vez. No es casual que se compare nuestro trabajo con el de los controladores aéreos o los músicos de élite.

Mito 5: «Con la inteligencia artificial ya no haréis falta».
La tecnología ha avanzado muchísimo y, en muchos casos, nos ha facilitado el trabajo. Pero aún está lejos de poder sustituirnos en contextos de alta complejidad, matices culturales, lenguaje especializado o interacción humana real. Además, interpretar también es acompañar, leer el ambiente, saber cuándo guardar un silencio o cómo decir algo sin herir. Y eso, de momento, no se automatiza.

Interpretar no es hacer magia, pero a veces se le parece. Y, como en toda buena función, gran parte del mérito está en lo que no se ve.

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