No es tu acento. Es tu dicción.

Foto: Erik Mclean (@introspectivedsgn) en Pexels
22 de mayo de 2025
Ayer se celebró el Día Mundial de la Diversidad Cultural; aunque no somos muy de celebrar los «días de» en alltime, no quería dejar pasar la oportunidad de hablar de algo fundamental en mi profesión cada día: la voz y, más concretamente, el acento.
Durante años, he escuchado comentarios del tipo «qué bien, no tienes mucho acento» o «yo no podría ser intérprete, se me nota demasiado que soy de X». Estas afirmaciones siempre me producen una mezcla de ternura y frustración. Porque no, tener acento no es un defecto. Tener acento es tener identidad. Y en un mundo verdaderamente diverso, eso debería ser un valor. Ya lo decía Amy Chua, profesora de Yale: «¿Sabes lo que es un accento extranjero? Es una muestra de valentía».
Como intérprete especializada en eventos internacionales —desde congresos de belleza hasta encuentros deportivos de alto nivel—, mi voz es mi herramienta principal. Y si hay algo que de verdad marca la diferencia en una buena interpretación, no es el acento: es la dicción.
Lo que de verdad importa: vocalizar, no neutralizar
Los intérpretes no tenemos por qué sonar como si hubiéramos salido directamente de la BBC (en el caso de que interpretemos al inglés, claro). Lo que necesitamos es ser inteligibles, precisos y conscientes del contexto. Una buena dicción permite que el mensaje fluya sin esfuerzo, ambigüedades ni tropiezos. La dicción es lo que nos permite interpretar con claridad, aunque estemos trabajando con acentos muy distintos entre los oradores y el público.
Eso no quiere decir que no cuidemos nuestra pronunciación; sin embargo, neutralizar no implica borrar. Significa calibrar.
Interpretar no es imitar
En mi trabajo, me he formado durante años no solo en terminología o técnicas de interpretación, sino también en proyección vocal, ritmo, respiración y articulación. Porque sé que, si quiero transmitir profesionalidad, elegancia y autoridad, lo haré desde la forma en que hablo, no desde el acento que tenga.
Y sí, tengo acento, como todo el mundo (incluso quienes creen que no).
La voz diversa también comunica profesionalidad
Este año, más que nunca, quiero reivindicar que la diversidad cultural también pasa por la diversidad lingüística. Por los tonos, los giros y los acentos que hacen de nuestra forma de hablar algo único.
Pero además, como intérpretes, no solo trasladamos palabras de un idioma a otro. Somos mediadores culturales: identificamos matices, anticipamos posibles choques de referencias, adaptamos metáforas y detectamos cuándo una expresión necesita ser contextualizada para mantener su sentido. Ese rol —tan invisible como fundamental— requiere sensibilidad, preparación y, sobre todo, respeto hacia la diversidad no solo de quienes hablan, sino también de quienes escuchan.
En alltime, entendemos que no se trata de sonar como otra persona, sino como intérpretes preparados, claros y comprometidos con el mensaje que debemos transmitir. Porque una interpretación de calidad no borra culturas: las conecta.
Así que la próxima vez que te preguntes si tienes «demasiado acento» para dedicarte a esto, te invito a cambiar la pregunta: «¿Estoy trabajando lo suficiente mi dicción, mi capacidad de adaptación y mi técnica vocal?».
Porque ahí —y no en el pasaporte lingüístico— está la verdadera diferencia.