«¿Y qué hace una intérprete aquí?»

Foto: Canva Photos

22 de agosto de 2025

No todas las jornadas de interpretación empiezan con un congreso multitudinario o una reunión de alto nivel. A veces, el encargo te lleva a lugares insospechados: un showroom de lujo en un ático madrileño, una visita privada a unas bodegas, una reunión improvisada en una boutique o incluso un encuentro informal en un yate amarrado en la costa. En todos estos casos, hay algo en común: casi nadie —excepto quien me ha contratado— espera ver allí a una intérprete.

Y, sin embargo, ahí estoy. A un paso de la discreción absoluta, pero con todos los sentidos alerta.

Hay eventos en los que la interpretación no es el eje central ni se ha anunciado con fanfarria. De hecho, muchas veces me piden que pase lo más desapercibida posible. Que fluya la conversación. Que el cliente o el invitado apenas note que hay una mediación lingüística. En esas situaciones es cuando más se nota el trabajo bien hecho.

Recuerdo una presentación privada de una nueva línea cosmética dirigida a un grupo muy reducido de inversores internacionales. El ambiente era elegante, casi íntimo; todo estaba pensado para transmitir exclusividad. Allí, entre perfumes, luces suaves y canapés de autor, yo debía traducir con precisión, pero también con tacto, sin romper el encanto. No era solo cuestión de transmitir palabras: había que traducir una experiencia completa.

En otra ocasión, me llamaron con apenas 24 horas de antelación para un evento que se celebraba en una finca de producción ecológica. Los invitados no sabían que habría intérprete, pero fue precisamente eso lo que marcó la diferencia: eso les permitió participar sin perderse detalles, preguntar con libertad y conectar de verdad con el entorno.

Lo que tienen en común estos eventos es que la interpretación se convierte en un valor añadido silencioso. No es el centro de atención, pero apuntala toda la experiencia. Permite que la comunicación fluya sin barreras, que los gestos y las palabras se entiendan a la primera y que todo resulte natural, aunque requiera mucha preparación previa y atención constante.

Hay quien todavía piensa que la interpretación solo hace falta en grandes encuentros o discursos formales. Sin embargo, la experiencia demuestra lo contrario: cuando el entorno exige cercanía, elegancia o espontaneidad, contar con una intérprete profesional puede marcar la diferencia entre una simple visita y una experiencia inolvidable.

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