¿Por qué los intérpretes no podemos trabajar solos durante horas?

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18 de septiembre de 2025
En algunas conferencias, el ponente comienza diciendo eso de: «Voy a ser breve». Ahí suelo sentir un escalofrío, pues los intérpretes sabemos que esa frase suele ser sinónimo de todo lo contrario: discursos prolongados y cargados de tecnicismos, cifras y un ritmo vertiginoso.
La primera vez que me pasó, hace ya muchos años, me había tomado al pie de la letra lo que me dijo el cliente sobre la brevedad estimada de aquella charla, de modo que terminé exhausta y con dificultades para mantener la precisión y fluidez del discurso.
Esa es la base de nuestro trabajo: la interpretación simultánea no consiste en repetir palabras en otro idioma, sino en escuchar, analizar y reformular un mensaje con segundos de margen, todo ello mientras el orador sigue hablando. Es un esfuerzo cognitivo intenso y constante, comparable a una maratón mental.
El mito de los 90 minutos
Durante mucho tiempo se aceptó la idea de que un intérprete podía trabajar sin compañía durante 90 minutos. Era lo que dictaban ciertas prácticas antiguas en congresos internacionales. Sin embargo, hoy sabemos —gracias a estudios de universidades como la de Ginebra— que la calidad de la interpretación empieza a deteriorarse mucho antes. Tras unos 30 minutos, aparecen los primeros signos de fatiga: la concentración baja, los errores se multiplican y la comunicación pierde claridad.
No es solo una cuestión de rendimiento: también lo es de salud. Mantener esa carga cognitiva durante demasiado tiempo aumenta el riesgo de agotamiento y problemas a largo plazo.
Lo que recomiendan las asociaciones
Por eso, asociaciones profesionales como AICE en España han actualizado sus recomendaciones:
- Turnos de 20-30 minutos en cabina, alternando entre dos intérpretes.
- Nunca más de 60 minutos de interpretación continua cuando, por circunstancias excepcionales, se trabaja en solitario.
Dicho de otro modo: incluso en reuniones breves, lo ideal es contar siempre con dos intérpretes. La calidad del servicio y la salud del profesional van de la mano.
Una inversión en calidad (y en tranquilidad)
Pongamos por caso que alguien organiza una reunión importantísima con clientes internacionales. Prepara la presentación, el material gráfico y la logística, pero decide contratar solo a un intérprete porque «es una reunión corta». Si esa reunión se alarga o el ponente acelera, la interpretación puede perder calidad justo cuando más se necesita.
En cambio, con un equipo de dos intérpretes, cada intervención se mantiene clara y precisa de principio a fin. Y no solo eso: también se transmite una imagen de profesionalidad y cuidado hacia los demás participantes.
En resumen
La interpretación simultánea no es solo un servicio lingüístico: es un trabajo de alta precisión que requiere condiciones adecuadas. Los relevos no son un capricho, sino una garantía de que el mensaje llega intacto.
Además, invertir en la calidad de la interpretación es, al mismo tiempo, proteger la salud de quienes la hacemos posible.