No todo se puede traducir… y no pasa nada

Foto: Ravi Kant en Pexels

25 de julio de 2025

Como intérprete de conferencias, una de las preguntas más frecuentes que me hacen es: «¿Qué haces cuando no se puede traducir algo?». La verdad es que pasa más a menudo de lo que se piensa, porque no todo se puede traducir tal cual… y no pasa nada.

El lenguaje no es solo un conjunto de palabras; es cultura, contexto e historia compartida. Y hay momentos —un chiste con doble sentido, un juego de palabras o una referencia muy local— en los que no existe un equivalente directo en la lengua de llegada. Es ahí cuando entra en juego la parte más creativa de mi trabajo: la de adaptar y encontrar otra vía para llegar al mismo efecto.

Interpretar no es repetir lo que se dice sin más, sino transmitir lo que se quiere decir. Por eso, cuando algo no tiene traducción literal, enarbolo mi papel como mediadora cultural. Reformulo, resumo, explico o incluso acuño una equivalencia que funcione dentro del nuevo marco cultural. El objetivo no es la fidelidad palabra por palabra, sino que el público reciba el mensaje —con toda su intención y carga emocional— que había detrás.

Hay ocasiones en las que me he enfrentado a discursos plagados de referencias a programas de televisión locales, dichos populares o expresiones humorísticas intraducibles. En esos casos, toca tomar decisiones rápidas: ¿dejo pasar la referencia y continúo? ¿La explico brevemente? ¿Busco una alternativa culturalmente equivalente? La respuesta nunca es única. Depende del contexto, del tipo de evento, del tono del ponente y, sobre todo, del público al que nos dirigimos.

Porque sí, interpretar también es tener sensibilidad hacia quien escucha. ¿Es imprescindible que la audiencia comprenda ese matiz o pueden seguir el hilo sin él? Saber calibrar eso forma parte de la pericia de quien interpreta.

No solo se trata de mantener el ritmo del mensaje, sino de preservar su efecto. Que una broma haga reír; que una anécdota conecte o que una expresión conmueva. A veces eso exige transformarla; otras, dejarla ir con elegancia. Al fin y al cabo, interpretar no es solo cuestión de idiomas: es, ante todo, ser enlace entre culturas.

Así que sí, hay cosas que no se pueden traducir, al menos en el sentido literal de la palabra. Lejos de verlo como un obstáculo, lo vivo como una oportunidad para acercar mundos distintos desde la creatividad, la intuición y la empatía.

¿Has vivido alguna vez un momento así en un evento? Me encantará leerte.

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