Lo que aprendo sobre interpretación cuando no estoy interpretando

Foto: Tirachard Kumtanom (Pexels)
8 de agosto de 2025
Es muy habitual identificar la interpretación con una mera cuestión de idiomas combinada con técnica, reflejos y saber estar. No deja de ser cierto, pero supondría quedarse corto.
En mi caso, mucho de lo que me hace mejor intérprete no lo aprendo en congresos ni en cabinas. Lo descubro en los márgenes: en aeropuertos caóticos, en conversaciones improvisadas o en gestos que suplen palabras. En esas situaciones en las que nadie espera que intervenga una intérprete, pero que a mí al menos me enseñan a interpretar mejor.
Cuando viajo —por trabajo o por placer—, presto atención a determinadas cosas en las que quizá otras personas no se fijan tanto: los acentos, los silencios y las pausas que dicen más que las palabras. Me fijo en cómo cambia la comunicación en función del contexto, del canal y del humor del día. Aprendo qué estrategias usa la gente para entenderse cuando no domina una lengua. Y muchas veces esas estrategias no son lingüísticas, sino humanas (por ejemplo, una sonrisa o una mirada cómplice).
También me enseñan mucho los errores, los míos y los ajenos. Cuando alguien se expresa con dificultad o cuando yo misma no encuentro la palabra exacta en una lengua extranjera, me recuerdo lo vulnerable que puede sentirse quien necesita un intérprete. Así, esa conciencia me ayuda a ser más empática y precisa cuando vuelvo a estar al otro lado.
Incluso situaciones imprevistas —como un retraso, una confusión con un cartel o una conversación espontánea con alguien que no esperaba conocer— me sirven de recordatorio: la interpretación no es solo técnica, también es improvisación, sensibilidad y capacidad de adaptación.
Lo que aprendo cuando no estoy interpretando es que este oficio está vivo. Que no se trata solo de transmitir mensajes, sino de acompañar en realidades. Y que todo lo que experimento fuera de la cabina, de alguna manera, también me acaba transformando no solo como persona, sino, por supuesto, como intérprete.
Interpretar no es desconectarse del mundo para repetir palabras ajenas. Más bien al contrario: es estar más conectada que nunca. Por eso, incluso cuando no estoy interpretando, sigo aprendiendo a interpretar.