Cuando la ciudad se queda en silencio: interpretar (casi) sin ruido

Foto: Arthur Hinton (Unsplash)
15 de agosto de 2025
En agosto, Madrid se transforma: las calles se vacían, el tráfico desaparece y el aire parece más lento; más quieto incluso. Para muchos, agosto es sinónimo de vacaciones. Sin embargo, para quienes seguimos trabajando (al menos una parte del mes) es como interpretar dentro de una versión distinta de la misma ciudad: más silenciosa, pero no por ello menos viva.
El viaje hacia la cabina cambia
En plena temporada alta, el trayecto hasta el lugar del evento suele estar lleno de atascos, bocinas y prisas. Sin embargo, en agosto hay días en que puedo cruzar la ciudad en la mitad de tiempo. No hay carreras de última hora ni esa sensación de prisa que suele caracterizar a Madrid durante el resto del año. Ese margen de calma antes de una jornada de interpretación marca la diferencia: llego con tiempo, sin la tensión acumulada de la carretera, y puedo empezar a concentrarme incluso antes de sentarme en la cabina.
Salas distintas, sonidos distintos
No solo las calles están más tranquilas; las propias sedes también lo están. A veces, los eventos de verano se celebran en espacios más pequeños o con menos público presencial. Eso cambia la acústica, la temperatura e incluso la dinámica del trabajo. El murmullo constante de fondo se reduce, y los silencios —tan valiosos para un intérprete— se vuelven más limpios. Es como si la voz del orador tuviera más espacio para desplegarse y eso, a su vez, nos permitiera seguirla con una claridad especial.
Un tipo diferente de concentración
En agosto, la atmósfera invita a trabajar de otro modo. Sin el ruido exterior habitual, la atención se afina. Percibo mejor los matices de la voz, los cambios de tono y las pausas estratégicas. Incluso el contacto visual con ponentes y asistentes es distinto: hay más cercanía, más interacción directa. En ese contexto, la interpretación se convierte en una experiencia más íntima y enfocada, sin perder la exigencia profesional.
El verano también deja huella en la memoria
Curiosamente, algunos de los congresos o reuniones que he interpretado en agosto se han quedado más tiempo en mi recuerdo. Tal vez sea porque los asocio a esta calma atípica, o quizá porque las anécdotas que surgen en un entorno más relajado se viven con más intensidad. No son jornadas menos importantes; solo se trabajan con otro pulso, y eso también enriquece el resultado.
Interpretar en una ciudad casi en silencio es un recordatorio de que el entorno también habla, incluso cuando calla.